El día que Diego Maradona fue jugador de San Lorenzo

Diego Armando Maradona siempre fue un soñador. Lo fue porque quiso y quiso porque pudo. Pudo soñar a lo grande y cumplirlo. Lo cumplió, Pelusa, porque siempre fue más grande que los sueños. Se imaginó en sus ideas de pibe y proyectos de grande levantando la Copa más linda del mundo, y unos años después supo decir cuánto pesaba. También sonrió al verse elevado entre nubes para empujar la pelota con la mano y se emocionó al ensayar en su mente la jugada más sorprendente del siglo. Soñó, Pelusa, y sus sueños se cumplieron. Pero hay uno que no pudo realizar ni en una de esas mil vidas que le tocó vivir.

Corría el año 1993 y el final de la estadía del Diez en Europa empezaba a divisarse. Su plan, luego de 11 largos años luciendo su talento en España y en Italia era regresar a la Argentina y seguir escribiendo su historia en esas tierras. No había una oferta firme: todos los clubes perdían los estribos con tal de tenerlo en sus filas. Y San Lorenzo no era la excepción. “Vino el Bambino (Veira) y me dijo si quería jugar en San Lorenzo. Le dije que sí, que con él iba a cualquier lado”, reveló 13 años después en “Jamón del medio”, un ciclo televisivo que se emitía por TyC Sports. Y así fue o, al menos, estuvo a punto de serlo.

Pronto, el DT se puso en contacto con Fernando Miele -entonces presidente del club- y le transmitió el deseo de Diego. ¿Qué pasó? Tanto el mandatario como el entrenador se acercaron hasta Avenida del Libertador y Correa, la reconocida esquina de Núñez donde vivía Maradona junto a su esposa y sus hijas. “Estuvimos reunidos varias horas. En un momento -contó- con el Bambi y Claudia (Villafañe) nos fuimos a la cocina a tomar un café mientras Miele y mi representante, Marcos Franchi, arreglaban el contrato”. La noticia no tardó en llegarles: “Se pusieron de acuerdo y a las cuatro de la mañana era jugador de San Lorenzo”.

https://youtu.be/quoGo3TiG1g

Pasaron los años y Pelusa todavía no logró reconciliarse con ese recuerdo. Tampoco puede ni se permite olvidar aquel torbellino de sensaciones que sacudió su cuerpo y su mente en las primeras horas de la mañana siguiente, cuando estaba a punto de encender el auto para dirigirse hasta la casa del presidente de San Lorenzo y firmar su vínculo con el club. “Estaba por salir cuando me llama Franchi y me dice: ‘Bueno, mirá, acá Miele me cambió un montón de cosas que no van, las que vos me pediste’. Tampoco eran de dinero“, explicó.

A Maradona no le interesaba saber cuántos ceros iban a robustecer su cifra, ni qué marcas iban a acercarse para coquetear con su figura. Su deseo era claro: tener a Veira como DT todo el tiempo que estuviera en el club de Boedo. “Yo quería asegurar la continuidad del Bambi porque si no, si yo iba sin el Bambi, por ahí era distinta la cosa”, soltó. Y el anhelo rápidamente se esfumó: la transferencia se cayó y, días más tarde, el Diez arregló su llegada a Newell’s Old Boys de Rosario. “Fui jugador de San Lorenzo dormido”, describió. Porque lo soñó, Diego. Pero, por primera vez en mil vidas, no alcanzó a cumplirlo.