Crónica de eliminaciones y renuncias esperadas

Duele este presente futbolístico, San Lorenzo, cómo duele. Lo peor es que (casi) todos nos veíamos venir este final pero nadie pudo hacer nada para evitarlo. O al menos los que sí pudieron, no quisieron o no supieron cómo hacerlo. A buen entendedor dicen que pocas palabras. ¿No? En fin, el Ciclón -por llamarlo por su apodo nomás- fue apenas una brisa en la noche de Lanús, y sopló tan pero tan poco que una vez se quedó con las manos vacías en la siempre esquiva Copa Argentina. Y tal como ocurriera en la edición pasada, cayó con otro equipo de la B Nacional. No hay remate.

Desde la primera parte, Temperley salió decidido a hacer saltar la banca, y apenas pasado el primer cuarto de hora se puso en ventaja con un gol de un tan Ramiro Costa. Baldazo de agua helada era poco, aunque algunos juran y perjuran que se lo venían venir. No descubro nada si digo que San Lorenzo volvió a jugar a nada, como lo viene haciendo desde hace casi dos años, y esta noche no sería la excepción. Con un equipo entre algodones en varios de sus nombres, el partido fue una pesadilla digna de noche de Halloween y a cada rato se le hizo más cuesta arriba. Sin ideas dentro y fuera de la cancha, sin interacción entre jugadores y su DT, el Ciclón se inmoló al extremo de quedar prácticamente eliminado en el tiempo reglamentario.

Para colmo, en la segunda mitad, el experimentado Fernando Belluschi pecó de infantil, por no decir de irresponsable, y dejó a su equipo con uno menos, paradójicamente en el momento en el que más se necesitaba. Ante la desventaja numérica, más de uno dio la cara por los demás, entre ellos el juvenil Manuel Insaurralde, por escándalo el mejor azulgrana y el más reconocido por un público que alentó toda la noche. Hasta que se consumó lo inesperado.

Nicolás Blandi dio una nueva vida con un golazo y llevó el cotejo a los penales. Pintaba para “hazaña”, una exageración dado el rival, pero pensando en las circunstancias era factible, pero una  vez más la realidad golpeó la puerta cuando los veteranos Pablo Mouche y Ariel Rojas patearon sus sendos penales como si lo hicieran en la plaza ante sus sobrinos. El Gasolero se lo tomó en serio, también en la definición desde los doce pasos y Nico Navarro nada pudo hacer para privarlos de un merecido festejo que decetó -paralelamente- la dimisión del buenazo del Pampa Biaggio como entrenador de San Lorenzo, a estas horas un premio consuelo porque era insostenible mantenerlo en el banco. Y sus jugadores ante Temperley demostraron que ya no lo bancaban, en ningún sentido.

San Lorenzo se despide de la Copa Argentina, difícilmente la hubiera ganado, pero siempre estaba vigente esa esperanza de que siempre mejorara la suerte, o al menos que el equipo apareciera. Y se quedara. Hasta acá llegó el Ciclón, y hasta acá llegó también el ciclo Biaggio, un entrenador querido por la gente pero al que lo desprotegieron desde su llegada y se va por la puerta de atrás, más allá de que debió haber hecho más de un mea culpa, léase planteos y cambios erróneos, jugadores resistidos (Moyano, Castro, Gudiño, entre otros. Lo cierto es que se acabó este experimento, lamentablemente también lo que tenía en juego el equipo este año. Sin Sudamericana, sin Copa Argentina, y lejos en la Superliga, la Libertadores 2019 queda demasiado lejos, y si se sigue enfocando como hasta ahora, el resultado será previsible: más de lo mismo…