Con Pitu y cadena, el Ciclón volvió a festejar

En la última jugada de la noche, San Lorenzo metió un pleno y se quedó con el premio mayor. Fue una consecuencia lógica de dejar todo en la cancha por quedarse con la victoria aún sin haber jugado bien. Sarmiento lo ganaba desde el inicio con un gol de Busse. En el complemento, Ortigoza (de penal) y Barrientos, le dieron la victoria al Ciclón.

Costó más de la cuenta pero finalmente San Lorenzo se alzó con el triunfo. Y parte de esta agonía con desenlace esperado tuvo que ver con el primer capítulo. El Ciclón de Guede le regaló un tiempo al bienintencionado Sarmiento de Junín, un equipo sin lustre ni brillo pero que con el correr de los minutos se transformó en una pesadilla para el flamante campeón de la Supercopa Argentina. El DT azulgrana tocó la misma sinfonía pero eligió diferentes músicos, y esta variación influyó (y mucho) en el repertorio desplegado. Más allá de que en el fondo estuvieron los cuatro que humillaron a Boca, desde mitad de cancha en adelante estuvieron las variantes y el porqué del fracaso colectivo. Esta vez, Ortigoza retrocedió en el campo y jugó de Mussis. Eso hizo que el Gordo se viera desbordado ante la soledad y la extensión de la zona central. Belluschi chocó y alternó buenas pero las malas fueron más. Tampoco gravitaron Romagnoli, Barrientos y Blandi desde el arranque como sí lo habían hecho Blanco y Cerutti. Ante este complejo panorama y en desventaja ya que Sarmiento ganaba desde el arranque tras el gol de chiripa de Busse, al Ciclón se le hizo cuesta arriba.

Con el 0-1, San Lorenzo fue sobre las barbas de Trípodi pero careció de profundidad y de puntería a la hora de llegar a la zona de definición donde chocó una y otra vez además de caer en reiteradas oportunidades fuera de juego. El entretiempo era más una necesidad que un descanso en sí. Un lapso donde Pablo Guede debería revisar algunos aspectos y modificar lo que fuera necesario para volver a tener chances de quedarse con el partido. Incluso se vislumbraba algún eventual cambio de piezas.

Mussis por Belluschi fue el primer cambio del entrenador azulgrana y la historia comenzó a enderezarse. Porque el Gordo surgido en Gimnasia monopolizó el juego sucio y liberó a Ortigoza para colaborar en la creación. Pero un rato más tarde, el DT se la jugó para ganarlo, no sólo para conseguir un empate parcial. Con Blanco y Cerutti, San Lorenzo arrinconó y encerró a Sarmiento en su propio campo. No obstante, el gol no llegaba…

A pesar de que el cronómetro estaba más tirano que de costumbre, el Ciclón iba al frente respetando el argumento a rajatabla. En una jugada bisagra, Ortigoza habilitó al Pipi Romagnoli quien ingresó al área y fue derribado por Francisco Duttari. Germán Delfino, de polémica actuación, determinó la pena máxima para San Lorenzo, que el mismísimo Ortigoza cambió por gol. Era el 1-1, restaba más de un cuarto de hora.

Sin conformarse con el empate, San Lorenzo fue más, y se quedó con los tres porotos. Trípodi había salvado sobre la línea una suerte de flipper en el área, un sector que hacía rato se había convertido en terreno cascoteado. Y cuando expiraba el tiempo adicionado por el juez, Pablo Barrientos señaló el 2-1 final. Luego de un centro despejado, Mussis asistió con precisión al Pitu quien no dudó y ajustició a Trípodi para desatar una locura contenida de la multitud que había copado el Bidegain. San Lorenzo se quedaba con un emocionante encuentro en el que no faltó ningún condimento. Aunque no abundó en fútbol, las emociones y la incertidumbre hasta último momento, lo compensaron.

Ganó San Lorenzo y hubo fiesta, el Ciclón superó una prueba de carácter que –sin sobrarle nada- lo premió porque dejó todo para superarla. Y una importante cuota parte tuvo que ver con la actitud de sus jugadores, pero también de su entrenador…