A 17 años de la muerte de Mirko Saric

Mirko, hijo de padres croatas, nació un 6 de junio de 1978. A los 19 años, en febrero de 1998, debutó en la Primera División del Ciclón en un partido ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. Durante su ciclo en el club disputó 41 encuentros y convirtió 4 goles.

“No le encuentro sentido a la vida”, había comentado en los pasillos de la institución azulgrana, 20 días antes de tomar una drástica decisión. Familiares y compañeros coincidían en lo débil de su personalidad. Un joven introvertido, vergonzoso, se deprimía ante el mínimo problema. Pero más allá de otros inconvenientes personales (su novia por ese entonces estaba embarazada pero el niño no era suyo), lo que desató una profunda tristeza en el jugador fue una serie de lesiones que le hicieron alternar entre la Primera, ocupar un lugar en el banco de suplentes o incluso bajar a Reserva. Justamente es esa última división, en diciembre del ’99 sufrió una rotura de ligamentos que le estaba demandando muchos meses de recuperación, razón por la que varias veces pensó en dejar el fútbol.

Ese fatídico 4 de abril del 2000, su madre fue a despertarlo para que desayunaran juntos. Al recibir un “no” como respuesta, ella preparó el desayuno de todas formas y volvió a buscarlo para insistirle. Cuando entró a la habitación, encontró el peor de los escenarios: Saric colgaba de una sábana azul, atada a una barra de hierro que utilizaba su hermana Mirna en un tratamiento por un problema de columna. Tenía 21 años.

Hoy, a 17 años de su partida, el volante sigue vivo en los corazones de todos los Cuervos del Mundo.