Triunfo azulgrana que festejan nuestros hijos

Si hubiera que haber elegido un rival para recuperarse de dos caídas al hilo, sin dudas casi ningún sanlorencista habría escogido a River Plate. No sólo porque históricamente los de Nuñez resultaron complicados para el Ciclón sino también porque vienen dulces, tanto en el campeonato como en la Libertadores. Y más allá de que al Bidegain venían sin Lucas Alario, su as de espadas, ni el paraguayo Jorge Moreira, la visita suponía riesgo de antemano.

No obstante y luego de un inicio a favor del Millonario, San Lorenzo se animó y en la primera que tuvo arribó al gol. Belluschi recibió un lateral, asistió a Nico Blandi de primera, y el goleador azulgrana la mandó a guardar con una exquisita volea. Pero la alegría no duró demasiado ya que una grosera mano de Angeleri en el área fue cambiada por Driussi desde el punto del penal. Precisamente el juvenil de River debió retirarse minutos más tarde por una lesión.

La parte inicial finalizó 1-1 y sin un dominador marcado. El partido quedaba abierto y gran parte de la suerte de ambos equipos estaba condicionado con lo que sus volantes pudieran hacer. Allí estaba la clave del juego.

En el complemento, San Lorenzo volvió a mostrar una asombrosa eficacia cuando Paulo Díaz aprovechó un centro (y complicidad del arquero Batalla) y puso al Ciclón nuevamente arriba en el marcador. Párrafo aparte la jugada previa al tanto: dos caños consecutivos de Belluschi hasta que lo derribaron y de ahí llegó el tiro libre que terminó en gol.

En ventaja, el Ciclón se agazapó y esperó la lógica embestida de un equipo que con la derrota le dejaba en bandeja el campeonato a Boca. Pero para ello debía bloquear los circuitos de generación, ofensiva de River, llámese Gonzalo Martínez e Ignacio Fernandez, principalmente, además de alguna pelota parada.

Con Mercier y Botta ya en cancha, el local replegado manejaba los tiempos y esperaba que el cronómetro de Darío Herrera determinara el cierre del cotejo. No obstante, dilapidaba algunas contras clarísimas para sentenciar el pleito, entre ellas la propia Ruben Botta, cara a cara con Batalla.

Más allá de algún que otro centro, River jamás volvió a inquietar a Navarro y el Ciclón se quedó con tres puntos vitales. Lo ganó con autoridad y porque entendió cómo debía jugarlo. Y de paso, ayudó a Junior. Porque, en definitiva, ¿qué no haría un buen padre por su hijo?