San Lorenzo Paranadense

San Lorenzo dejó de ser aquel equipo que mantenía una identidad de juego y se transformó en un híbrido que va al frente y choca ante el rival, pero lo que es peor: ante sus limitaciones. La plantilla de Aguirre perdió con las salidas de Mas, Cauteruccio y Blanco y no lo puede disimular. Para colmo, algunos jugadores que habían tocado su techo (Belluschi, Caruzzo, Angeleri, Mussis, por ejemplo) no pasan por su mejor presente, y eso el Ciclón lo siente. Sin ideas, sin argumentos, con un sinfín de errores (y horrores) en la última línea, San Lorenzo es un equipo inocuo y a la vez endeble, al que cualquiera se le anima.

Justo es reconocer que el Ciclón comenzó pediendo desde el vestuario cuando “Lucho” González batió a Torrico con un cabezazo después de que al cada vez más insostenible Mathias Corujo lo ningunearan como poste caído. Sin embargo y salvo algunas esporádicas aproximaciones a través de la media distancia o centros por doquier, el conjunto azulgrana jamás pudo inquietar a su similar brasilero, que con poco se quedó con el triunfo parcial en la primera mitad.

En el complemento, San Lorenzo pareció que salía con una actitud más arrolladora. Con el ingreso de Botta por Corujo, adelantó líneas en busca del empate perdido desde el vamos. Justamente Botta comenzó a ser una vía de acceso al área de Paranaense mediante su incisiva pelota parada. Ortigoza tuvo la igualdad en tres oportunidades pero falló en todas, encima en la última su rodilla lo sacó de la cancha.

No obstante, Nico Blandi tuvo la más clara en sus pies tras una falta en él área pero su penal salió desviado. Si no era una noche de terror, pegaba en el palo…

Más allá de que en ningún momento el Ciclón bajó los brazos, la realidad indica de que careció de juego, y también de fortuna, para quedarse con al menos un punto.

Segundo partido, segundo traspié consecutivo. Aún se está a tiempo, al menos las matemáticas así lo confirman. Pero jugando de esta manera, poco menos que imposible…