Las palabras se las lleva el viento, los puntos, los rivales...

San Lorenzo cayó 3 a 0 ante Quilmes en el Estadio Centenario y se aleja del torneo local. Muy floja la producción del conjunto de Guede frente a un rival que ganó por primera vez en el campeonato. ¿El DT quedó en la cuerda floja?

¿El huevo o la gallina? ¿El técnico o los jugadores? ¿La culpa es del chancho o del que les da de comer? Y así podría seguir para intentar justificar este nuevo golpe bajo que nos pegó San Lorenzo en su humillante derrota ante Quilmes. ¡Ante Quilmes! El Ciclón fue goleado, por momentos bailado, por un rival como el Cervecero que no cobra desde noviembre y que por tal motivo ni siquiera había concentrado. Un adversario, con el mayor de los respetos, cuyo plantel está integrado por jugadores del montón, de hecho los de mayor trayectoria están próximos al retiro, caso Braña y “Chirola” Romero.

El San Lorenzo de Guede, el que tocó el cielo y se quedó con la Supercopa Argentina al pintarle la cara a Boca aquel lejano 10 de febrero, perdió la memoria y quedó al borde del precipicio en ambos frentes: Copa Libertadores y campeonato argentino. Y lo hizo con el propio DT en el banco, pero también con los mismos jugadores. Es fácil pedir la cabeza del entrenador como muchos sanlorencistas lo hicieron desde que Quilmes se puso en ventaja tras el gol de Rescaldani de penal luego de una mano de Cerutti. Y como las respuestas desde el campo no eran las esperadas, los pedidos de dimisión de Guede se multiplicaron en las redes sociales. Que sus experimentos, que la ausencia de Mercier, que Romagnoli (el fetiche de muchos) no puede quedar afuera, que “Chauterruccio”, y que la mar en coche. Lo cierto es que el entrenador es tan responsable como los jugadores. Aunque siempre es más fácil cambiar del capitán del barco que de tripulación, lo sé. Pero eso sería ver una parte del bosque.

San Lorenzo derrapó en Quilmes porque cometió errores infantiles e individuales además de los que provinieron desde el vestuario, iguales o peores que los que lo privaron de ganarle a Gremio el último martes, o aquellos ante Huracán o frente a Arsenal. Porque en la segunda parte, Quilmes, con lo poco que tenía, se lo ganó con justicia. Porque Caruzzo se equivocó y la dejó corta. El cada vez más flojo Mas pasó de largo como colectivo lleno y luego de un centro Orihuela le ganó a Buffa y anotó de cabeza ante la estirada de Torrico. Porque cuando Guede metía cambios, nuevamente Rescaldani se puso el traje de súper héroe y venció la resistencia del Cóndor en pleno juego de “Tiro al blanco”. Con más ganas que fútbol, Quilmes pegaba un pleno y hundía un poquito más a un equipo desconcertado, pero lo que es peor: desalmado.

San Lorenzo volvió a caer, pero esta vez golpeó fuerte la cabeza contra el piso. No es un tropezón solamente, es una derrota que duele y que puede dejar secuelas. Más allá de lo que pueda suceder con el entrenador, apoyado por algunos, resistido por otros, la realidad indica (una vez más y van…) que los jugadores tienen su cuota parte en esta situación. Ya no están más aquellos cuyas salidas fueron festejadas y aún hoy se les recuerda cada vez que se los enfrenta, ejemplo Orión, Bottinelli y demás. En el Centenario, aunque Guardiola o Luis Enrique hubieran estado en el banco de suplentes, ocurría lo mismo, no seamos necios. Con o sin Guede, esto no puede quedar así, muchachos. Los entrenadores son responsables de sus equipos, pero los jugadores, tanto o más que ellos. No alcanza con que apoyen al entrenador públicamente, demuéstrenlo en la cancha..